Cuando un equipo elige dejarse ver, abre las puertas y las ventanas, y airea frente a ti su estructura, sus sistemas, su definición, su carácter. Son paseos que siempre vale la pena hacer; pero hay uno al que no conseguiría renunciar y es el que se hace del brazo de un equipo que tiene un líder que es líder.
¿Cómo se le reconoce? Es sencillo, el equipo lo expresa. Alguien dice: “yo quiero ser como él o ella”. Listo. Esa expresión es el premio mayor, hace legítimo a un líder, lo certifica. Significa que alguien se ha ganado la responsabilidad de ser modelo, referencia y paradigma de su gente; que alguien ha hecho bien su parte del trabajo.
¿Cómo lo logró? Es curioso pero lo primero que esa persona hizo fue reconocer públicamente su propia vulnerabilidad. Sabe que su tarea es más grande que él y no trata de disimular. Se ha encargado de transmitir a su equipo que los necesita.
También asumió que su equipo lo observa y lo imita, y se esfuerza por ser un modelo que valga la pena imitar. Enseña a colaborar, colaborando; a decir, diciendo; a confiar, confiando; a trabajar, trabajando.
Son terrenales, verdaderos, tangibles, personas de carne y hueso. Se ríen y cuando lo hacen muestran una risa despierta, alegre, viva. Se expresan, dicen las cosas y las llaman por su nombre. Hablan de sí mismos, mencionan a su familia con frecuencia; son firmes, sin que nadie les tema; retan, exigen y también refuerzan; celebran mucho más de lo que castigan; no se distancian ni cuando están lejos. Contestan todos sus e-mails y pronto; están acostumbrados a hacer las cosas por sí mismos y de inmediato. Trabajan duro. Están ocupados pero si alguien los necesita; tienen tiempo.
Saben que el liderazgo es un trabajo personalizado, permanente y prioritario. Se molestan y también se equivocan. No son perfectos, ya sabemos que son hombres y mujeres de carne y hueso.