¿Qué mirar y qué priorizar cuando queremos elegir a un nuevo integrante para nuestro equipo de trabajo? La respuesta es aplicable a cualquier escenario: ¿a quién le asigno esta tarea, a quién elijo para esta promoción, en qué proveedor deposito mi confianza?
Todos vamos a coincidir en que los tres principales elementos de evaluación son: conocimiento, experiencia y actitud.
El conocimiento está relacionado con el dominio técnico de un tema específico. La experiencia tiene que ver con la destreza, el manejo y la “cintura” que muestra una persona en ese tema y la actitud tiene que ver con las ganas que tiene de hacerlo.
Pero hay que priorizar: imaginemos que tenemos 100 puntos para repartir entre estos tres elementos: ¿cómo lo haríamos?
Importa el conocimiento. Queremos en nuestro equipo a alguien que sepa cómo hacer su trabajo y que lo entienda.
¡Qué decir de la experiencia! Lo ideal sería que podamos contar con alguien que lo ha hecho antes, de tiene práctica, que está formado y es experto en el tema.
Ahora bien, nos toca evaluar cuánto interés tiene la persona en hacer el trabajo que le proponemos, cuánto entusiasmo demuestra, cuánta fe transmite, cuánta disposición tiene.
Listo. ¿Cuál de los tres registró más puntos? Imagínate frente a alguien que no sabe cómo hacerlo, o frente alguien que no lo ha hecho antes, o frente a alguien que no quiere. ¿Cuál de estos tres escenarios es el más delicado? Es probable que existan roles y funciones que admitan niveles incipientes de conocimientos y/o experiencia, y claro, existen algunos que no... ¿Existe algún rol que admita niveles incipientes de actitud?
Busquemos trabajar con gente que sepa hacer su trabajo pero que también crea en él. Necesitamos en nuestro equipo gente que vibre todos los días haciendo lo que sabe hacer, gente que diga: mi trabajo me inspira, me reta.